"La enfermedad no tiene su origen en el cuerpo sino en la emoción, por consiguiente, si trabajamos en las emociones, podemos conseguir que el cuerpo tenga un estado de salud plena".
Nuestro mundo está completamente pautado sobre el principio de la dualidad. La misma que se aplica a variadas situaciones, incluso en lo referente a la salud. En este sentido, los terapeutas podemos preguntarnos ¿Es mejor este método o aquel? ¿Es mejor que los síntomas de un individuo, salgan a la luz para ser confrontados, o que la vida fluya como que no si no pasara nada? ¿Es más feliz quién se cree sano o que aquel que está pasando
conscientemente por la experiencia de una enfermedad?
Los psicólogos y terapeutas nos enfrentamos diariamente en el consultorio con este dilema. La idea convencional de que "tenemos que parecer sanos y felices" comienza a ser vista con serias dudas y desconfianza. Principalmente cuando cuestionamos nuestras creencias ya que, lo que llamamos de "verdad" o "bueno" pasa a ser nada más que una interpretación limitada de la realidad, una pequeña parte de un todo, el peldaño de una infinita escalera, pero no la escalera en sí.
En la terapia con Esencias Florales, se inició el estudio con una dicotomía cuerpo-emoción. La enfermedad no tendría su origen en el cuerpo, sino en la emoción y corrigiendo o balanceando esa(s) emoción(es) distorsionada(s), obtendríamos el retorno a la salud. Dentro de esta perspectiva, los terapeutas nos volvimos un poco investigadores del tipo Sherlock Holmes, dedicados a buscar en los meandros de la mente del paciente la emoción camuflada, escondida, contenida, negada, ignorada, confundida o distorsionada. Cuando "finalmente era localizada", se le ofrecía al paciente una o más, esencias poderosas, luminosas, como en realidad lo son, para armonizar al paciente y todos felices, por los siglos de los siglos... hasta la siguiente crisis, o tropiezo, o juego emocional.
Esa perspectiva, hoy en día aún nos parece algo limitada. La parte de indagar en la historia del paciente hace parte del camino, pero carece de una visión más amplia, que permita enfocar la "curación" en un aspecto más profundo y sagrado, para que esta palabra pueda cumplir con su real valor. Creo que si seguimos viendo a "la terapia floral", como la desaparición de síntomas físicos y emocionales, nos quedaremos colgados en la idea de que "ser sano", significa la ausencia absoluta de tristeza, dolor, envejecimiento, enfermedad, síntomas corporales, etc. Esto simplemente no es real.
La enfermedad no existe o aparece para hacerle el juego o contraparte a la salud, "a ver quién sale ganando". La enfermedad o sintomatología es la parte de un gran plan consciente para dar un salto cualitativo y dimensional, de modo a poder aplicar "la ley del 3" que integra todas las experiencias como necesarias para el desarrollo de nuestra alma. El dilema no trata de individuo "ser sano", o "ser enfermo", sino de aprender a poder SER.
El Dr. Edward Bach, creador de la terapia floral, hombre científico y místico, habló siempre de nuestro ser superior o Alma. Sin embargo, la mayoría de nosotros permanecemos apenas en el juego dual, creyendo que la enfermedad no está en el cuerpo, sino en la emoción o viceversa. Y eso nos inclina hacia uno u otro extremo de la dualidad: el "sanar la emoción o el cuerpo". Pero ¿Qué es al cabo de todo la emoción, sino otro plano de proyección de nuestro Ser?.
En mi perspectiva, el verdadero reto del terapeuta, no consiste en descubrir emociones y neutralizarlas con la virtud correspondiente contenida en una esencia o formula de las mismas, sino el poder alentar a su paciente, a empezar el camino de ascensión consciente por la escalera de la evolución y de poder recordarle que tiene la tarea de llegar un poco más allá, mucho más allá, acercándonos a eso que llamamos coherencia y crecimiento personal.
Entrar en la maravillosa aventura de la búsqueda del sentido de cada uno, utilizando todo lo que nos sucede (bueno o malo, placentero o doloroso), para así descubrir nuestra verdadera esencia, la causa profunda de toda manifestación. Los terapeutas florales debemos recordar este detalle y el punto hacia donde encaminaremos la terapia floral para realmente lograr hacer de ella, una verdadera herramienta de curación.
Poder ver la luz que está detrás de toda manifestación, física o emocional, tener el compromiso de ir a través de las apariencias, de las dualidades, del dolor o el placer. No podemos obviar que el dolor, por molesto y terrible que sea, por emocional o físico que sea, de la manera brutal en la que puede aparecer en nuestras vidas es, sin embargo, LUZ... A veces, no se trata de quitar o borrar al síntoma y su incomodidad, sino de vivirlo a tope, para así poder descubrir su verdadera naturaleza y aprender. Y ese, posiblemente vendrá a ser un otro peldaño más a subir, en la escalera.
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